¿Alfabetizar en una lengua que el alumno no entiende?

Malika se presenta un día en la escuela porque quiere aprender español. Es marroquí. Tiene 41 años. No habla ni entiende una sola palabra de español. Lo necesita para trabajar. Nunca fue a la escuela en su país. No sabe leer ni escribir.

Demba es senegalés. Tiene 22 años. Quiere aprender español. Nunca fue a la escuela. Habla wolof y aquí ha aprendido a chapurrear alguna palabra de español. No sabe leer ni escribir wolof. Posiblemente nunca lo ha visto escrito. En su país los papeles, los carteles y los periódicos son en francés pero él no sabe francés. Demba nunca ha pensado que necesita aprender a “leer y escribir”. Piensa que lo que necesita es aprender español y, por supuesto, quiere aprender a hablarlo, a leerlo y a escribirlo.

Cuando un emigrante viene al aula de alfabetización no pide aprender a “leer y escribir”, quiere aprender español, quiere aprender a hablar, leer y escribir español. Su conocimiento del español suele ser mínimo (alguna palabra, alguna expresión), un porcentaje importante no habla ni entiende absolutamente nada y unos pocos entienden a un nivel básico y hablan lo justo para defenderse.

En una época determinada de mi trabajo como alfabetizador llegué a pensar que alfabetizar en una lengua desconocida era imposible. Establecía como fase previa el aprendizaje oral básico de la lengua. Pero los emigrantes con su insistencia en querer escribir y leer al mismo tiempo que aprenden las primeras palabras, acabaron mostrándome que es posible.

¿Es necesaria una metodología específica? No, los elementos básicos de cualquier metodología: individualizando, personalizando, observando, siendo muy respetuoso con los estilos personales de aprendizaje y, sobre todo, aportando siempre la máxima carga de significatividad al trabajo. Cada palabra que logren leer ha de producir en sus mentes una imagen de su significado.

Cuando una persona castellanohablante lee por primera vez la palabra “mesa” desde que reproduce el sonido hasta que en su mente aparece la imagen de una mesa, pueden pasar unas décimas de segundo pero esa imagen aparece y la palabra leída deja de ser un sonido para ser un objeto, un concepto; este es el paso más importante de la alfabetización.

Una persona que desconoce la lengua cuando lee por primera vez “mesa” nos muestra que ha aprendido a descifrar el código alfabético traduciéndolo a sonidos y a codificar los sonidos para producir una palabra y ese aprendizaje no es despreciable,  pero le falta el alma, el acceso al significado y si no se lo proporcionamos estaremos hablando de un aprendizaje ciego y poco gratificante.

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